El viernes 3 marzo de 2017 volvía a ponerme
en la salida de esta ultra, este año eran 11 kilómetros más en total 166
kilómetros y 6500m de desnivel positivo
acumulado.
Empecemos con el año pasado para ponernos en
contexto. El año pasado decidí abandonar en el kilómetro 65 en el
avituallamiento de Ronda, bueno lo había decidido 7 kilómetros antes de llegar a Ronda, ya que ese año mi objetivo principal era correr la 101 con mis
amigos y la pierna izquierda me estaba dando problemas desde que salí de Villaluenga. Un dolor que llevaba
arrastrando en la rodilla desde hacía varios meses se estaba haciendo muy fuerte y me
impedía doblar bien la rodilla, allí en carrera ví muy claro que me podía
lesionar si seguía y habiendo llegado una hora antes del corte, tarde porque en
mi planificación debía haber llegado dos horas antes, decidí abandonar. Ese
abandono después no fui capaz de asumirlo con naturalidad, cada día que pasaba
me sentía peor, cuanto más lejos estaba la carrera y más idealizado tenía el
dolor de rodilla más sentía que me había rajado. Fue un mes bastante duro
mentalmente.
Bueno, volvamos al 2017, este año no había
ninguna otra ultra, esta era mi única ultra objetivo y a diferencia del año
pasado que había participado en todas, practicamente todas, las ultras de la
LRU para poder clasificarme en la 101, este año no había competido en nada.
Este año iba fresco, iba con ganas de sufrir y dispuesto a romperme si hacía
falta…acabé retirado en el kilómetro 65 de nuevo…
Este año no hubo abandono, fui incapaz de
llegar en tiempo al corte de tiempo de Montejaque, al que llegué ya muy tocado de calambres y frío. Ahora explicaré brevemente lo ocurrido
allí.
Día 3 de marzo son las 18h y se acaba de dar
la salida del UTSB, de nuevo emoción, las previsiones eran de lluvia y quizás
algo de nieve, así que iba con camiseta térmica, cortavientos y chubasquero
desde la salida ya que a la hora de comer había estado lloviendo y pensaba que
llovería en breve. El tramo Prado del Rey al
Bosque es un tramo muy rápido donde no me siento cómodo, voy demasiado
abrigado, veo a corredores que habían salido igual que yo pararse a quitarse
los chubasqueros y ponérselos en la cintura. Cuando una prueba te supera desde
la salida, desde la salida empiezas a tomar malas decisiones, en este caso decido no quitarme el chubasquero ya que
sería parar ahora para quitármelo y luego parar para ponérmelo cuando lloviera.
Decido que con abrirme la cremallera basta.
Llego al Bosque incómodo no he ido a mi ritmo
y apesto a sudor, me preocupa que ese sudor luego se enfríe. En el
avituallamiento del Bosque tomo un vaso de agua y sigo rápido buscando el
primer cortafuegos, tras subir el primer cortafuegos viene la parte nueva, no
la he entrenado y me han hablado mal de una bajada. El primer cortafuegos lo he
subido también fuera de ritmo ya que voy agobiado, empiezo a notarme cansado no
creo que lleve ni 14 kilómetros de carrera pero voy molesto con el ritmo.
Decido bajar ritmo y seguir a un ritmo más tranquilo, ya ha empezado a llover
pero no me importa mucho, mi mayor preocupación es seguir a un grupo que
considero lleva un buen ritmo ya que si voy solo puede que baje más aún el
ritmo.
En esas estoy, de ir concentrado en no
separarme del grupo que llevo delante, cuando empieza una bajada y veo como la
mitad del grupo se cae y empieza a deslizarse por el barro, comprendo que hemos
llegado a la bajada peligrosa por el Albarracin que todos me decían, esta
bajada la hacemos demasiado lento, ni puedo ni quiero adelantar a nadie pero
veo que con el miedo a caerse estamos bajando demasiado lentos. Esto me sirve
para recuperar, es allí en medio de aquella bajada donde por fin entro en
carrera y donde veo que con el miedo a caerse vamos muy mal de ritmo.
Llevaba tiempo lloviendo, aquello era bajar
con cuidado poniendo los palos por delante y poco más, tras llegar abajo un
llaneo donde me pegué a un grupo que iba algo más rápido aprovechando que por
fin estaba con buenas sensaciones, hasta que llegamos a una subida totalmente
enfangada y resbaladiza. La cuesta tenía varias pegas: el fango, la lluvia y
demasiada gente pegada intentando subir. No me gusta tener a gente pegada con
palos en las manos subiendo ya que alguna vez he visto como un corredor al
caerse golpeaba con el palo al que llevaba por detrás o por delante. Aquí debió
de caerme una minutada importante, ya que era difícil subir tanto por lo
impracticable del terreno como por estar rodeado de gente. En esta subida tuve
una pequeña caída, en una de las veces que intenté tomar aíre y levantar la
cabeza para ver por donde subir se me resbalaron los pies, puse las manos para
no darme un golpe en la cara y me llené de fango los guantes, puede parecer una
tontería pero a mi no me gusta tocar el los bidones o la comida con los guantes
llenos de fango. Al final opté por ir campo a través ya que el camino era
imposible y la única forma de poder apoyar el pie y no resbalar era pisando
sobre hierba. Por fin salí de aquel boquete y ya era ir a buscar el
avituallamiento de Llanos del Campo. Creo que ese boquete fue donde dejé escapar mucho tiempo que luego no fui capaz de recuperar.
En Llanos del Campo ví los primeros
abandonos, pero abandonos de varios corredores veteranos en esta ultra que
decían que sabiendo lo que nos esperaba tras el boyar mejor se quedaban ya
aquí. Estábamos en el kilómetro 26,8 debido a que allí no había control de
tiempos no sé a qué hora llegué, que sí, que yo tenía mi reloj pero no tengo ni
idea. En este avituallamiento paré poco, rellene un bidón que era el que había
bebido, el otro lo llevaba completo sin usar lo que ahora me doy cuenta de que
ya barruntaba lo que iba a ocurrir. Ya estaba bastante empapado internamente,
no sabía si la camiseta térmica estaba empapada por sudor o que el agua de
lluvia estaba atravesando el chubasquero, la cosa es que toda la ropa estaba
empapada y empezaba a tener frío. Tocaba ir en busca del siguiente
avituallamiento; Puerto del Boyar, que estaba a “solo 6 km” iba al paso más
ligero que me permitían mis piernas y por el camino, me adelantó un marchador con
un poncho y me pegué a él, miraba el poncho y me preguntaba cómo era posible
que a pesar de la de veces que mis amigos, que corrían la corta, dijeron lo del
sobrepantalón al final no lo comprara, el por qué no compré el sobrepantalón y el por qué no llevaba una muda de camiseta térmica para Villaluenga, a pesar de que yo se lo había recordado a mis compis de la corta, es uno de los misterios de como hago yo las cosas, y es que a veces parece que disfruto poniéndome más trabas. Al poco descubrí que el marchador era realmente una marchadora,
al parecer la idea de apuntarse a la ultra había sido de su amiga que había
abandonado por fiebre en Llanos del Campo. La marchadora marcaba un buen ritmo
así que pasé casi todo el camino tras ella, bromeábamos con el pedazo de bocata
que nos íbamos a zampar en boyar. Si apretaba la lluvia, había que pasar por un
charco enorme, o el fango se tragaba los zapatos, la coletilla era “venga que ya
está ahí el bocata”, cuando ya faltaban apenas quinientos metros apreté el paso
ya que yo sabía que el avituallamiento estaba al caer. Había un grupo de
corredores haciendo tapón en la entrada del avituallamiento, al final pude
enterarme que el tema era que se habían acabado los bocadillos y algunos
corredores estaban allí quietos molestos. Cuando pude acceder al techado,
pregunté que podía tomar y me dijeron que coca cola, me tomé dos vasos, un
voluntario había dispuesto sobre una servilleta unas rodajas de fuet, que en mi opinión eran suyas, y las estaba ofreciendo,
le pedí permiso y me comí una rodaja. Creo que no rellené agua porque apenas
había bebido, pero la verdad es que ese recuerdo es borroso. Lo que si recuerdo
claramente es un sándwich de jamón cocido que estaba tirado sobre un banco de
piedra, me acerqué a él, se podía tirar la rodaja de pan que estaba tocando la
roca y hacerse un pequeño sándwich con el resto, estaba mordido pero se podía
quitar el trozo del bocado. Al final pensé que era una estupidez
ya que tenía casi llena la bolsa de frutos secos y dátiles, ya que desde hace
bastantes ultras lo que tomo en carrera son frutos secos y dátiles, llevando también geles pero solo
para un caso de emergencia. Ya hacía tiempo que había perdido el control de la
ingesta de sales, no sabía cuándo había sido la última.
Empezábamos el tramo Boyar - Villaluenga en
el que el año pasado llegué a estar perdido bajo la lluvia y la niebla, este
tramo para mí había sido una pérdida de tiempo increíble sobre todo en la
bajada a Villaluenga, el año pasado había “perdido” al menos una hora en este
tramo y no estaba dispuesto a que eso volviese a suceder. Los primeros metros
de subida los hice tranquilos ya que estaba dando buena cuenta de mi bolsa de
frutos secos y dátiles. En cuanto me los comí empecé a subir a paso rápido,
ojo, paso rápido para el que suelo llevar, ya que lo que peor se me dan son las
subidas, pero es que aquí ya estaba realmente preocupado por todo el tiempo que
había perdido entre la "pequeña" pájara tras el primer cortafuegos y luego el que
perdí en el boquete del Albarracin. Seguía lloviendo, no paró en ningún
momento, cuanto más subía más frio y cada vez más empapado y más tiriteras
tenía yo. De repente veo nieve a mi alrededor, solo estaba libre de nieve el
caminito por el que íbamos y era debido a que por ese caminito discurría un arroyuelo
helado, llegó un momento en el que ya no discurría agua porque se había congelado por lo que era nieve a los lados y un sendero de agua congelada. Llegué a alcanzar a algunos marchadores con los que compartía algún
tramo, una de las veces ví como la lluvia en vez de caer “hacia abajo” flotaba
por lo que llegué a la conclusión de que nos estaba nevando, el viento en ese
momento era fuerte. Recuerdo una subida
con fango, tras haber atravesado un río que nos llegaba a los tobillos,
que miré hacia arriba y dije en voz alta: “danos un respiro” la intensidad de
la lluvia se duplicó en ese mismo momento llegando a ser casi agua nieve, dos
corredores que estaban cerca de mí empezaron a reírse – mejor no digas nada más
que nos ahogas- dijo uno de ellos, la verdad es que el ambiente era de humor todo el tiempo. Realmente creo que los corredores que me cruzaba eran siempre los mismos, ellos seguramente se me iban en las subidas y yo los pillaba en llaneos y bajadas.
Seguía subiendo y cambiando de compañeros,
una vez intenté beber pero no pude sacar el bote de agua ya que se me habían
congelado los dedos, con eso no quiero decir que me los tuviesen que amputar,
los tenía insensibles y agarrotados, realmente han tardado más de dos semanas
en recuperar la sensibilidad, los he tenido acolchados y algunas yemas doloridas. No le dí
importancia, no es que no le diera es que no quería perder tiempo en parar, a no beber agua ni a no tomar sales, no caí en parar lo que
hiciese falta hasta conseguir sacar el bote de agua , tampoco tenía sed, estaba
ya en un estado de bloqueo mental, por un lado estaba disfrutando; estaba
subiendo al Simancon en plena noche, con nieve a mi alrededor y haciendo la
carrera que llevaba un año esperando, estaba de subidón, pero por otro lado
estaba preocupado, le tenía mucho respeto a este tramo, por no decir miedo, por
el tema del tiempo, sabía que aquí si te descuidabas se iba al traste todas la
planificación de horas. Así que me daba igual, el agua, las sales, orinar, los
dedos congelados y las tiriteras mi idea era clara: palante como los de
Alicante.
Cuando llegué a una llano ya subido
el Simancon había un vendaval de viento donde si pasé algo de "miedo" por que se volara la caperuza del chubasquero o de que el viento me tirase. Este tramo hasta que empecé la bajada
si lo pasé mal. Esta parte de bajada que venía ahora hasta llegar a la próxima subida,
intenté incluso trotar ya que la zona la tenía fresca en la memoria de un
entreno cercano. En la siguiente subida
que hay antes de llegar a la bajada de Villaluenga yo ya iba ciego, me comentó
un corredor que me seguía que estaba desviado que se veían frontales a nuestra
derecha pero me daba igual arriba había una baliza roja y para allí arriba iba
yo, me daba igual subir campo a través buscando
esa baliza, tenía tiriteras y lo que me calmaba era moverme rápido, ya me importaba un pimiento si iba por el sendero bueno o el malo, era allí arriba y punto.
Tras esa subida ya fuimos buscando la bajada
de Villaluenga, como iba rápido iba alternando compañero de recorrido. Ya tenía
la necesidad de encontrar la bajada a Villaluenga ya me empezaba a agobiar el
tiempo que estaba tardando. Hay que recordar que todo este tramo desde el Boyar había
sido bajo la lluvia y un frío intenso, con zonas de nieve y granizo y en una zona un vendaval muy peligroso.
Por fin llegó la bajada, este año no tenía
nada que ver con el año pasado ya que el año pasado aquí había una niebla en
la que no se veía más allá de tu mano, este año a pesar de la lluvia se podían
ver sin problemas las balizas que marcaban la bajada y se tenía más margen de
maniobra a la hora de elegir donde pisar. La bajada la hice asegurando siempre
con los palos pero sin pausa, intentando ir rápido, iba bien hasta que PUM, me
caí de culo y aún no sé como el palo se giró y me golpeó en la cabeza, con la
suerte de que la mayor parte del golpe se lo llevó el frontal. Yo lo viví de la
siguiente manera: me resbalo, veo el palo acercarse a mí, noto el golpe fuerte
en la cabeza y oscuridad. Me quedé sentado y algo aturdido, lo primero que hice fue llevarme
la mano a la frente a donde me dolía para ver si tenía un bulto, aunque lo
hubiese tenido no lo habría notado ya que no notaba nada con las manos, lo
siguiente fue analizar por qué se había vuelto todo oscuro y caí en que el
golpe habría roto el frontal. Me quité el frontal y comprobé que simplemente
era que del golpe se había abierto el compartimento de las pilas y habían
salido volando. Por experiencia de otras ultras siempre llevo otro frontal ya
preparado ya que para mí es más fácil cambiar de frontal que cambiar las pilas,
así que fue fácil solo tenía que buscar el otro frontal, realmente lo que más
me costó fue encenderlo, llegué a plantearme encenderlo con los dientes. Ya una vez todo en orden, me puse a buscar las pilas ya
que no quería dejarlas allí tiradas, solo encontré dos dejé una por allí tirada
pero es que no podía más, el estar allí quieto buscando me estaba enfriando
demasiado y no paraba de tiritar. Continué la bajada, empecé a ir rápido hasta
alcanzar a un corredor antes de llegar al pueblo. Una vez en el pueblo fuimos
trotando hasta el avituallamiento.
Una vez en el avituallamiento miré la hora y
eran las 6:30h, joder, ¿Cómo podía ser? De nuevo la había cagado a tomar por culo otro año la carrera. Me encontré con un corredor que me
reconoció de otras ultras y que debió de verme la cara de mosqueo porque me
dijo que ellos, eran tres, salían ya y que esperaba verme en meta que estaba en
tiempo. En cuanto este corredor se fue habló conmigo otro corredor que estaba al lado y
me dijo que ya era tontería salir. En mi planificación lo más tarde que podía llegar a Villaluenga era a las 5:30h para tener seis horas y media para llegar a Ronda.
Estaba tan ofuscado con la hora por una
cuestión muy simple, a las 12 de la mañana estaba el corte de Ronda, tenía menos de
cinco horas y media y 27 kilómetros por delante. Salía casi a 5 kilómetros la
hora y eso se me antojaba muy muy difícil sobre todo sabiendo que tenía por
delante la subida a la ermita de Montejaque y la subida a Ronda que el año pasado eché una minutada.
Y esa ofuscación por la hora no me dejaba ver lo que realmente me debería de
estar preocupando y era que realmente yo ya no estaba en la carrera, es decir,
no me daba cuenta de que ya mi mente iba funcionando mucho más lenta de lo
normal. Tenía frío, tiritaba, la camiseta térmica, el cortavientos y el
chubasquero se habían unificado en una sola capa mojada y a ese frio achacaba esa
sensación que tenía tan rara, escuchaba las voces como un poco en off y veía
pasar las cosas como a otra velocidad. Como cuando esperaba para pedir un caldo
y miraba a la gente coger tres bocadillos para los bolsillos y dos más en las
manos, todo pasaba a otra velocidad, me tomé un caldo e intentaba acercarme a
la única seta que vi pero había un corro de corredores secando los guantes y
era difícil acercarse, luego pedí un café solo, me lo tome de un sorbo y seguía
igual de mal y con las mismas tiriteras.
Si no podía acercarme a la estufa y el caldo y el café no me
habían calentando era hora de irse, pedí permiso a la voluntaria para coger dos
bocadillos uno para comérmelo y otro para después. El bajonazo mental lo
atribuí a la ofuscación de saberme ya fuera del corte y al frío que tenía, no
me dió por preguntarme cuando había dejado de tomar sales o agua, o si era buen momento para sacar un gel.
Realmente, con el café, el caldo y el
bocata pensé que iba bien servido hasta el siguiente avituallamiento que estaba
a apenas 9 kilómetros. Salí a las siete menos cuarto ya con muy pocas
esperanzas de llegar a Ronda en tiempo de corte, pero de lo que no tenía la más
mínima duda es de que llegaría a Ronda, lo que serían 73 kilómetros y ya
tendría, al menos, el consuelo de haber hecho un poco más que el año pasado ya
que el año pasado Ronda era el kilómetro 65. En ese momento el no llegar a Ronda no estaba ni en mis previsiones más pesimistas, llegaría a la hora que fuese pero llegaría.
Seguía lloviendo sin parar e iba solo, no veía a
nadie por delante ni nadie más había salido de Villaluenga. El ritmo era de
paso rápido y el terreno con barro y agua pero bueno incluso corrible si
hubiese tenido fuerzas. Llegué a una nueva subida que yo recordaba más pequeña
y empecé a subirla a un ritmo algo más
rápido, había que ir sacando tiempo, fue en esta subida donde me amaneció. Mientras
subía miraba a veces para atrás aprovechando las primeras luces del amanecer
para intentar localizar a algún corredor ya que si detrás mía nadie se había
animado a salir, es que era evidente que estaba totalmente fuera de la hora de
corte. Por fin ví a un grupo de cuatro corredores de azul abajo, justo cuando
yo acababa de terminar la subida. Antes de continuar intenté bastantes veces
apagar el frontal pero no tenía sensibilidad en las manos para conseguir
hacerlo, me era imposible pulsar el puñetero botón. Ahora empezaban los llanos de Libar, realmente
no sé si este es el nombre, era un llano totalmente anegado, era un lago
de una cuarta de profundidad por el que había que andar hasta llegar al Refugio.
Seguía lloviendo y de verdad que notaba
ya las gotas como si me dieran directamente en la piel, debido a que todo era
agua tampoco importaba mucho por donde coger a la hora de mojarse los pies, me
propuse como reto que no me pillara el grupo que había visto, era el aliciente
para subir el ritmo y en esas estaba cuando noté un pinchazo en el cuádriceps izquierdo,
me hice un pequeño masaje y lo achaqué a que como las mallas estaban totalmente
empapadas, con el frío y el viento que hacía se me habían enfriado los cuádriceps
hasta una temperatura “dolorosa”, ni sé que significa lo que acabo de decir
pero esa era mi explicación. Cuanto más avanzaba más intensos se hacían las
pinchazos que ya también estaban en la pierna derecha, usaba juegos mentales
para olvidarme de los pinchazos y seguir a ritmo, entonces me adelantó una pareja
a trote que supuse que eran dos del grupo de cuatro que vi antes. Ya estaba
cercano el Refugio y cuando yo estaba a unos metros se iba la pareja que me
adelantó. Este año la habitación habilitada de avituallamiento era diferente a
la del año pasado, nada más entrar busqué la chimenea y metí las manos con los
guantes con la idea de secarlos y pegué todo lo que pude la piernas también, los voluntarios me
hablaban pero yo escuchaba “bla, bla, bla” y a lo lejos. Una voluntaria me quitó el frontal y me lo guardó en la mochila. Al final fui poco a
poco volviendo a la realidad, y ya me enteré de lo que me hablaban los
voluntarios, por un lado me preguntaban si sabía si había alguien más detrás de
mí y les dije que creía que dos y por otro lado me estaban diciendo que me
olvidara de seguir junto a la chimenea ya que allí no había punto de extracción
y tenía que llegar a Montejaque si o si y que si seguía pegado a la chimenea
solo iba a conseguir que luego al salir me diese más frio. Pues nada, a seguir,
tomé unas rodajas de salchichón y creo que bebí agua. Montejaque estaba a casi
10 kilómetros, cuando estaba dispuesto a salir entró el grupo de cuatro, por lo
que los dos que me adelantaron también los habían adelantado a ellos y en total
éramos siete los que nos habíamos animado a salir de Villaluenga. Lo primero
que me dijo uno de los corredores del equipo es que ya estábamos fuera de la
carrera y le pregunté extrañado que por qué estaba tan seguro si apenas pasaban
unos minutos de las nueve y había que llegar a Ronda antes de las 12, la
respuesta fue un nuevo chasco. Me había equivocado, antes de llegar a Ronda
había otro corte en Montejaque a las 10:30 horas, me preguntó el corredor si yo
veía factible llegar a Motejaque antes de esa hora y la verdad es que no, porque
yo ya como mucho haría 4 kilómetros en una hora.
Salí del refugio y tenía el cuerpo
descompuesto, no paraba de tiritar, intenté aligerar el paso para entrar en
calor pero los pinchazos en los cuádriceps iban a más y me limitaban bastante
la posibilidad no ya de aligerar el paso si no de andar. Seguía lloviendo,
seguía habiendo un viento que apretaba por momentos y hacía mucho frío. Mi plan
era dar una paso y luego otro y llegar a Montejaque y ya allí vería la hora, la cosa era poner un
pie delante del otro, jugar mentalmente y seguir. Ya este camino apenas tenía zonas de agua ni zonas
enfangadas y era casi todo hacia abajo pero
yo con dar un paso detrás de otro me conformaba, me entró ganas de
orinar y fue la primera vez que me planteé cuanto hacía que no bebía, de las
sales ya ni me acordé, mientras me quitaba el guante empezó a salirme la orina
por lo que me bajé la mallas con pude para no mancharme más de orina, realmente
las mallas tenían tal cantidad de agua encima que tampoco se notaba mucho un
poco de orina. La orina salía cristalina por lo que muy mal no debía de estar, eso indica que aunque no lo recuerde debí de beber agua suficiente en Villaluenga y en el Refugio.
Seguía andando pero cada vez los dolores iban a más cada vez tenía que parar
más veces a masajear los cuádriceps, cada vez iba más lento y cada vez tiritaba
más. Me adelantaron primero dos del grupo de cuatro, al parecer eran los dos
que iban más enteros y habían decidido ir más rápido para no congelarse de
frío. Al tiempo me adelantaron los otros dos, por lo que definitivamente era el
marchador que cerraba la prueba y que evidentemente no llegaba al corte de
Montejaque, pero ya eso me importaba bastante poco ya mi preocupación era que
el ritmo que estaba llevando no era suficiente para entrar en calor y que las tiriteras iban cada vez a
más, tiriteras ya era hasta una forma suave de llamarlas. Habia pasado de "vaya mierda otro año que no consigo salir de Ronda" a "esto se está complicando, pasito a pasito y con buena letra y llega ya a Montejaque que todavia la podemos liar" mezclado con un poco de "¿De verdad no va a parar de llover en ningún momento?".
Seguía avanzando como podía y haciendo masajes en los cuádriceps
bajo la lluvia cuando noté gente detrás de mí…eran tres de los
voluntarios del Refugio que les había dado tiempo de cerrar el Refugio, venir
andando con bolsas en la mano para ir quitando las balizas y me habían cogido
antes de llegar yo a Montejaque, al ponerse a mi altura les pregunté cuanto
quedaba y me dijeron que unos 3 kilómetros, mentalmente eso era un mazazo
apenas había avanzado 7 kilómetros y el tiempo no quería ni calcularlo, era en torno a las 10:30h. Intenté por todos los medios ir al ritmo de estos
voluntarios que iban andando recogiendo balizas, cuando uno de ellos se paraba
a quitar una baliza yo intentaba andar un poco más rápido para sacar unos
metros de ventaja y así no quedarme muy atrás antes de la próxima baliza. A
falta de creo que un kilómetro el dolor cambió por completo, hasta ese momento
el dolor era como si tuviese clavadas agujas de punto en los cuádriceps pero
ahora era como si fuese una sola aguja, pero una que hubiesen metido atravesando
el cuádriceps desde la rodilla hasta la ingle de forma longitudinal al cuádriceps,
ahora para poder caminar no bastaba con masajear los cuádriceps debía de clavar
con fuerza los nudillos desde la ingle hacia la rodilla y tras hacer esos
varias veces podía andar unos diez metros, me volvía a parar y volvía a repetir
la operación, a todo esto dos de los voluntarios mirándome, el tercero había seguido
hacia el pueblo a trote ya que no estaba tan abrigado como los otros dos y el
ir a mi ritmo lo estaba congelando. Aquello era una frustración enorme para mí,
estaba fuera de la prueba y estaba molestando a dos voluntarios que lo que
querían era llegar rápido al avituallamiento para quitarse ya de la lluvia y el
frio.
Por fin llegamos al pueblo y al poco de andar por sus calles vi una
escalerita de una casapuerta y ya no me importaba ni los voluntarios, me paré e
hice el amago de sentarme, entendí que ya estaba en el pueblo y que ya los
voluntarios no verían problema en irse y dejarme allí tranquilo, pero no, se
acercaron a mí y me dijeron que si no me importaba me iban a coger cada uno por
un lado y me iban a ayudar a seguir, que estaba con una hipotermia y que allí no
me podía quedar, realmente yo ya escuchaba blablablá, empezamos a andar rápido,
el mover las piernas a ese ritmo me provocó tal dolor que solté un grito sordo (eso de sordo lo digo yo por decir algo),
me preguntó el voluntario si paraba y le dije que no, que no parara. Por fin
llegamos al avituallamiento de Montejaque, ya el tercer voluntario había
avisado que llegaba yo y en la puerta del avituallamiento estaba el conductor
de la furgoneta de retirados indicándome donde estaba la furgoneta, por lo que ni entré en el
avituallamiento si no directamente a la furgoneta.
Los voluntarios si entraron en el
avituallamiento y llegué como pude a la furgoneta, y me subí a ella también como pude. Mi aventura, que lo fue, hasta conseguir llegar a la casa
aún duró bastantes horas, pero lo que es en sí la carrera fue esto. El año que viene volveremos más preparados y a ver si a la tercera va la vencida.